Recuerdo que allá por los año 80’s, mi padre mandaba a hacer las tarjetas o las compraba porque ya las vendían por docena. Los motivos favoritos eran pastorcitos, José María y Jesús, ángeles y otros, pero todos vestidos con trajes indígenas. Después llegaba a la casa y hacía una larga lista en una hoja de papel, pidiendo siempre a mi madre su opinión para no dejar a nadie sin tarjeta. Nunca faltaban las discusiones por darle a este, o por no darle a aquel. Cosas de mis viejos. Al final se definía la lista y posteriormente, mi padre con su letra caligráfica que siempre admiré, comenzaba a llenar cada uno de los sobres. Era emocionante ir a repartirlas y recibir otras a cambio. Nuestro arbolito de navidad siempre estaba lleno de tarjetitas de toda clase: unas parecidas a las nuestras, otras más grandes y algunas con música que venían de los amigos o parientes en Estados Unidos; también extrañaban mis viejos la tarjeta de alguien que siempre había llegado pero aquel año no. Suspiraban diciendo “saber que le pasó a aquel”. Recordá que la comunicación no era tan eficiente como ahora.
Esta tradición se terminó. Sin embargo yo quiero enviarte hoy una tarjeta a la usanza de aquellos tiempos, pero con la Guatemala de hoy… a ver, te la describo:
En la parte de arriba tiene un cielo estrellado de fondo, pero una estrella sobresale del lado izquierdo. Abajo tiene montañas todavía algo verdes porque no han terminado de depredarlas, pero eso si, sin nieve, (Somos Guatemala, ¿si te acordás va?). Al lado derecho, muy a la derecha, tiene un ranchito tan humilde en el que podemos ver por la ventana, a una familia cenando tranquilamente. Es una familia dos veces desintegrada: La primera por la insania de la guerra que les quitó al hombre de la casa que solo era un campesino catequista, por lo que lo etiquetaron de “rojo” y nunca apareció. La segunda, porque por necesidad el mayor de los hijos se fue a la ciudad, pero se volvió marero y no se sabe de él, es decir, se lo quitó la guerra actual. La pobre viuda está contenta, dentro de lo que cabe (como muchos en Guatemala), porque está con sus otros hijos, hijos políticos y nietos.
Si te acercás más verás dentro de la casa, que la cena son unos tamalitos, café y tortillas recién hechas, pero para más tarde tienen una magdalena y ponche de frutas. Los adornos son sencillos: Unas cadenas de manzanillas atravesadas por un hilo (¡Qué rico huelen va! ¿Sentís?) Aunque faltan algunas manzanillas cada cierta distancia porque el Chepito se las ha ido comiendo, según él, sin que nadie se de cuenta. Tienen unas palmeritas en todas las paredes que la Mariíta trata de bajar pero qué bueno que no alcanza todavía. En el piso de tierra hay pino muy verde que huele muy rico y los patojos juegan con sus camioncitos de madera y las patojas con sus muñequitas de trapo. En una esquinita hay un nacimiento hecho con muñequitos de tusa y casitas de barro y otros adornitos que parecen patitos, gallinas y ovejitas. La viuda voltea a ver su nacimiento con orgullo y mucha nostalgia, mientras se traga el nudo en la garganta porque no es momento de llorar por los que se han ido.
¿Viste que tampoco hay “Santacloses” ni muñecos de nieve?, es que aquí siguen siendo Guatemala vos, (porque no hay nada que me parezca más ridículo que ver a esos pobres hombres vestidos de “Santa” con trajes rojos y botas para la nieve, en este país tropical).
A las doce le rezarán al buen Dios para darle gracias, pues a pesar de todo, siguen vivas las enseñanzas del catequista mártir de la familia que siempre les leía por estos días la frase que tiene esta tarjeta del lado izquierdo en letras doradas, cabal debajo de la estrella que sobresale:
“Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”
Con esta sencilla tarjeta, te envío a vos que me leés, mi más fuerte abrazo fraterno y mis mejores deseos para que el próximo año 2,009 sea abismalmente mejor que este año 2008. Que desaparezca el promedio de 16 muertos diarios, que nunca más se den robos millonarios desde el gobierno, ni más corrupción. Que ya no quede más hambre y que vaya desapareciendo la injusticia social.
Especialmente va este mensaje a toda la Diáspora Guatemalteca, con el deseo de que algún día podamos todos estar reunidos en nuestra querida patria, y que hagamos de este país lo que siempre hemos soñado.