martes, 17 de septiembre de 2013

CALDO DE FRUTAS, SINDROMES Y SUEÑOS DE LIBERTAD



Una noche de estas (no se si por las ingenuas fiestas patrias o por la nostalgia de acordarme estos días, que fue en un septiembre de principios de los 80`s cuando me paré sobre un asfalto recién colocado y mis zapatos de la escuela —si, esos, los del uniforme—, ganaron tres centímetros de altura)  soñé que estaba degustando un distinguido y nutritivo vaso de Caldo de Frutas de Salcajá. Su color era magnificamente rojo y su figura tan  atractiva, aunque plástica, tanto que podría ser una digna muestra del Pop Art de Andy Warhol.

Lo tomaba fuertemente con mi mano y después de un silencio casi ceremonial, lo acercaba a mí mientras olfateaba ese aroma dulzón-etílico que me mareaba placenteramente. Sorbía un poco, lo sentía dentro de mi boca, lo jugaba con mi lengua mientras me ardían las papilas gustativas y podía sentir ese exquisito sabor ancestral del occidente de mi patria, lo tragaba para sentir su calor en mi estómago y repetía la operación. 

Y así continué con sorbitos pequeñitos para que nunca se acabara (y además porque la etiqueta no lo permite de otra manera, al menos para una bebida que lleva tanto tiempo y esfuerzo en su elaboración) y con cada trago me repetía con esa voz interna de silencio profundo con la que suelo hablarme cuando pasan las cosas más trascendentales de la vida:

"Esto no es de acá de Costa Rica —sorbía un poco—. Lo he probado antes y no es de Costa Rica…—sorbía otro poco—. Podría jurarlo NO - ES - DE - COS - TA - RI -
CA"—sorbía un poquito más...

Me encontraba en esos menesteres de catador profesional salcajense, cuando desperté un poco babeado —realmente poco para tan deliciosa bebida y todos los traguitos que le logré pegar... o tal véz por eso—, comencé a “bajar libros” para recordar cuando fue la última vez que tomé caldo de frutas y un torrente de pensamientos me acompañó hasta el amanecer.

Concluí entonces, ya  resignado y convencido,  que estoy padeciendo el "síndrome de abstinencia de la patria" —con sudoraciones, deshidratación y delirios de persecución incluidos— y diez minutos después, me lo confirmó el infeliz despertador.


Esta foto no es mia, la tomé de por allí.