“Tanto que cuesta hacer estas dobladitas. Vaya que doña Licha me tenía lista la carne… ya´sta bueno de sal así las vo´adejar. El aceite que me trajo el Alvarito está caro, mejor ´biera usado la manteca de coche, ´hora ya´stuvo... ese Juliancito como chilla y ya le di de mamar, debe estar miado de seguro... ´hora que se aguante otro ratito...”.
Este y otros pensamientos resignados aderezaban las dobladitas de masa rellenas de carne que afanada preparaba la Martina allá por los años sesentas; mientras que el borracho del Lencho (el huevón de su marido) llevaba varios días sin trabajar en su carpintería y muchos más sin darle dinero para comer. Pero la Martina era abusada y decidió no dejarse morir de hambre ni dejar morir a los seis patojos, así que ni sabía hacer dobladitas pero preguntó, compró los ingredientes y se animó. ¡Ay, si yo la vi!
Cuando estaban listas unas cuantas, llamó a la Lichita, hija de doña Licha la carnicera, para que le ayudara y se ganara unos cuantos centavos vendiendo las dobladitas, porque “qué vergüenza salir a vender a la calle, hasta allí no llega toavía mi necesidá” decía altanera como fue hasta ese día. La Lichita pidió permiso a la Lichota que algo brava dijo que sí. ¡¿Cómo no iba a estar brava?! Si la Lichita nunca la ayudaba. Ni modo como en la carnicería no se ganaba sus centavos ¿Qué iba a querer?; pero ese día quiso. ¡Ay, si yo la vi!
-Andaite pues mija... ´ay te acordás que son a centavo”. –Le decía la Martina mientras no la dejaba salir pues estaba terminando de acomodar las dos docenas de dobladas calientitas, junto con el frasquito donde había preparado la salsa de tomate para acompañar. La Lichita estaba impaciente por ganarse sus centavos pero trataba de ser educada. Sin embargo cuando la Martina terminó de acomodar la canasta, salió corriendo tan rápido que por poco se cae al tropezar con el Canelo (el aprovechado de su perro).
Como a la media hora regresó la Lichita recontenta y gritando alborotada:
-¡Doña Tinita!... ¡Doña Tinita! Apúrese mamayita , ¡¿No ve que ya las vendí todas?! ¿Ya me tiene otra tanda lista?
-¡Doña Tinita!... ¡Doña Tinita! Apúrese mamayita , ¡¿No ve que ya las vendí todas?! ¿Ya me tiene otra tanda lista?
-¡¿Tan rápido mijita?! ¡Dame chance que ´horita te preparo otra buena tanda! –Contestó emocionada la Martina, mientras se secaba los espejitos redonditos de sudor que le brotaban de la frente y reflejaban las llamaradas que salían de la leña ardiendo por debajo de la parrilla, donde había colocado su sartén. ¡Ay, si yo la vi!
Terminó pues la nueva tanda, que ahora era de 4 docenas de dobladitas. Buscó una canasta más grande y las acomodó.
-¡Andaite pues mijita, después nos arreglamos! -Le dijo a la Lichita mientras contaba ilusionada el dinero de la venta.
A los quince minutos regresó de nuevo la patoja, ahora más emocionada que antes. La Martina se imaginó que todo lo había vendido otra vez y no se había equivocado. Así que mandó a comprar más masa, carne, tomate y aceite y se apuró para hacer otra tanda de dobladitas. Aquello se repitió varias veces más.
Se vendieron toditas. Entonces la Martina ya cansada y con las bolsas llenas de monedas de a centavo y de a cinco, decidió que era suficiente, acercó su silla vieja y jaló otra para la Lichita. Se pusieron a hacer cuentas las dos bien cansadas y la Martina le dijo:
-Bueno vos Lichita, ya no sigamos ois, ya mucho vos... ya mucho. Mejor hoy si te vo´a pagar. Te vo´a dar un centavo por cada tres dobladas que se vendieron, así que te tocan… un quezal setenta y cinco centavos oís.
-¡Vaya! –Decía la Lichita con los ojos que se le salían de emoción, pues nunca había ganado tanto dinero en sus doce años de vida.
-Cinco, seis, siete…
-¡Vaya!- Y extendía la manita.
-Aquí hay cuatro de a cinco centavos…
-¡Vaya!- Y se echaba las monedas en la bolsa del pequeño delantal.
-En total un quezal cincuenta y nueve… sesenta… más otras dos fichitas de a cinco… ¡Ya´sta!
La Martina parecía que estaba limpiando frijol cuando buscaba las monedas. Después de terminar de hacer sus cuentas, la Lichita emocionada se despidió ofreciendo sus servicios para el día siguiente. Cuando ya iba hacia su casa, la Martina la detuvo porque del cansancio ni siquiera se le había ocurrido preguntar qué había hecho la lichita para vender tantas dobladitas en tan poco tiempo. Así que le dijo:
-Mirá mijita… ¿Y cómo hiciste para vender tanto vos patoja?
La Lichita que no terminaba de creer todo lo que había ganado, sin voltear a ver respondió con naturalidad:
-Es que don Lencho está chupando en la cantina de don Chico y está invitando a todos los que llegan a chupar…
Varios días pasó la Martina llorando desconsolada, hasta que se le fue la tristeza, pero lo que no se le quitó, fue la vergüenza porque la Lichita corrió a contarle a la mamá y esta señora si se comunicaba con todos así que regó la historia de las dobladitas.
La Martina nunca más volvió a hacer dobladas en su vida… al menos no para venderle a su marido. Yo ya no mucho me acuerdo porque estaba pequeñito, en su espalda, llorando y todo miado, pero ¡Ay si yo la vi!
14 comentarios:
Ja Ja Ja, no tenía dinero para los seis patojos pero si para invitar a sus amigos de chupe.
Desafortunadamente eso es bastante común en nuestro medio y cuando existe alguna adicción las prioridades cambian.
Saludos y aunque tarde, feliz día del padre
Me ha encantado ese texto, lleno de vida, cuidadísimo, evocador y sugerente. Me recuerda a la buena literatura latinoamericana, llena de misterios y puertas abiertas a lo desconocido. Hay muchas palabras que desconozco, pero me las imagino. Tomo nota de ellas para cuando vaya a Guatemala en Noviembre y someta a mis colegas a un interrogatorio inmisericorde. Un cordial saludo
Da pena porque dentro de lo risible es una realidad cruda rayando en lo espantosa que viven muchas familias en Guatemala.
El señor dándose de buen amigo y héroe en la cantina.Mientras allá (en su casa) haciendo todo lo posible por echarle la mano.
Es un buen cuento.Inevitable la risa de esa que después te lleva a la reflexión.
Saludos primo.
Mónica:
Que gusto tenerte por acá, lamentablemente estos casos son tan comunes siempre. Gracias por la visita y por tus comentarios. Saludos.
Fernando:
Es un honor su visita pues imagino que siempre está ocupado. Me pongo también a la orden si puedo aclararle algunas palabras del escrito pues son muy chapinas algunas. Gracias por visitar este blog y éxitos en todo. Saludos.
Prima:
Si vos, fijate que me da a veces por escribir cosas tristes en entornos risibles, pues así es la cultura chapina, por más preocupaciones que tengamos siempre estamos haciendo chistes que a veces rayan en el humor negro. Abrazos pues prima, y gracias por tu visita.
Hola Eds, bastante duro el cuento. Pero me gusto mucho, pues no me cabe la menor duda que esa historia podría (o pudo haber sido) la de muchos. Por cierto el estilo me recordó un cuento por Dostoyevski titulado "Vanka" (o algo asi) ¿alguna vez lo has leido?.
Pero bueno, fijate que hace muuuucho tiempo (quizas yo tenía unos 8)... una vez, fui testigo de la humillación de dos personas pobres. La primera ocurrió con la vendedora de "papel y botella" que llegaba muy humildemente a trabajar con su canasto y cargando con su cipote de 3 o 4 años.
Pues resulta que una ves, a la señora le dio un ataque de epilepsia... ahí, en medio de la calle empedrada y los charcos de agua. Se calló al suelo, tiro el canasto y tuvo sus convulsiones tirada en el suelo agarrada de la mano de su hijito, que como ella, estaba tirado en el suelo.
Nadie intervino en la tristeza de la mujer. Y cuando por fin se le paso el ataque, se quedó llorando en el suelo, toda sucia y desgreñada (me acuerdo que pegaba gritos), hasta que se levanto y se fue caminando. Nunca mas la volvi a ver, pero hasta la fecha, el drama de la señora me duele en el alma.
Y bueno... te iba a contar la segunda ocasión que senti la probreza y la tristeza de otra persona, pero pensandolo mejor... lo dejo para otro dia. ese tipo de humillaciones cuando la necesidad vale mas que el orgullo... me traen recuerdos muy duros. Bueno, te mando un abrazo fraternal a vos y la familia. Tu amigocha, indi.
Pobrecita! Creo que los chapines que crecimos en barrios populares, nos dimos cuenta de la extrema pobreza que tanta gente le toca vivir. Y aun asi, siguen adelante y les dan ganas de vivir y reir.
Admirables.
Lindo y entretenido cuento real.
Que buen texto maestro, no se si se permite dar sugerencias, pero ai te voy. Me parece que el último párrafo está de más, el cuento debería terminar en "chupar".
Lo último explica algo que no es necesario saber.
Humilde opinión.
Salu pue
Indigo:
Es triste el caso que comentás y me dejas picado con el segundo, a ver cuando se puede. La verdad historias como estas hay muchas. Lamentablemente. Gracias por venir y abrazos.
Chachi:
Gracias por tus comentarios, asi es, si de contar cosas tristes se trata, no nos alcanza un blog va vos. Gracias por la visita y saludos.
Johan:
Por supuesto que se aceptan sugerencias, y no solo eso, se agradecen en el alma pues la idea es mejorar. Y más aún de alguien como vos experto en "cuentos pajeros". Salu pues manito y de verdad gracias.
buen texto vos... sorprendente.
Hola vos, como diría Aute: "pasaba por aquí... y no lo pude resistir"
Realmente me gusta mucho como escribís, y esta historia me ha dejado sin palabras, sobre todo al final, y me lleva a pensar en cuantos testigos silencios hay de tanta tristeza... lo más triste es que se vuelve tan común.
Gracias por llevarnos a reflexión.
y está de mas, pero, TE QUIERO MUCHO!!!
jajajaj me hiciste reir con este tu texto EDS. De lo mejor que te he leído jajajaj.
Que bueno saber que pese a la distancia aún no te has olvidado de nosotros. Cómo va todo?.
abrazos y excelente post mi amigo.
Entrañabñle, decididamente entrañable y tu introducción al final de la historia genial. Yo pensé que te habías marchado hasta noviembre.
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Saludos.
coño, encontre un espejo, en tu cuento.
No lo vuelvo a hacer.
hacer que?
si no se soy...
quien vende.
quien compra.
quien los hace.
o el producto.
Buenisimo relato.
Mago:
Muchas gracias por pasar por acá y opinar. saludos.
Shelyn:
Así es vos, difícil la cosa pero la gente no se deja vencer. Yo también te quiero mucho y gracias por venir.
Prosódica:
Pues alli vamos mi amiga, dos que thriller, gracias a Dios bien, saludos y gracias por la visita.
Goathe:
Yo también pensé que hasta noviembre, pero ya ves que a veces surgen las inquietudes y hay que aprovecharlas. Gracias por tus comentarios y visita.
Enmascarado:
Asi es la cosa, a veces nos reflejamos donde menos lo pensamos. Gracias por los comentarios.
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