sábado, 29 de diciembre de 2007

PROPÓSITOS


¡Ah los propósitos de fin de año...!


  1. MI DESEO PARA LOS PERSEVERANTES ES:

NO IMPORTA CUALES SEAN TUS PROPÓSITOS EN ESTE AÑO 2008, TE DESEO QUE LOS MEDITES, TE ESFUERCES Y CON LA AYUDA DE DIOS, LOS LLEVES A FELIZ TERMINO.

2. MI DESEO PARA LOS NO PERSEVERANTES ES:


TE DESEO QUE TODOS TUS PROBLEMAS TE DUREN TANTO COMO TUS NUEVOS PROPÓSITOS.



¡¡JAJAJA!! A TODOS MUCHAS GRACIAS POR VISITARME EN ESTE 2007 QUE TERMINA, NOS SEGUIMOS LEYENDO EN EL 2008.


miércoles, 26 de diciembre de 2007

LA CIUDAD DE LA ALEGRÍA


La Ciudad de la Alegría es la emotiva narración de la miseria de una familia de campesinos encabezada por Hasari Pal, que se ven obligados a abandonar sus tierras por el denominado "Ciclo de la Miseria" que consiste, según el propio Lapierre en "El irremediable descenso a lo largo de la escala social, el granjero que se convierte en arrendatario, luego en campesino sin tierra, más tarde en jornalero y que, por último, se ve obligado a exiliarse. Es inútil soñar en que este camino puede recorrerse a la inversa".


Estos campesinos llegan a la "Ciudad Espejismo" llamada Calcuta y se encuentran con que "las oleadas sucesivas de náufragos había transformado a Calcuta en una enorme concentración humana. En pocos años la ciudad condenaría a sus 10 millones de habitantes a vivir en menos de 3.7 metros cuadrados por persona; y en poco más de un metro cuadrado a los 4 ó 5 millones que se hacinaban en los barrios de barracas"..."el resultado era una situación que convertía a esta ciudad en uno de los mayores desastres urbanos del mundo".


En medio de la pobreza extrema, narra también el heroísmo de un sacerdote francés llamado Paul Lambert que decide abandonar todo por vivir en el "slum" llamado paradójicamente "Anand Nagar", es decir "La Ciudad de la Alegría", donde tendrá que adaptarse a dormir entre ratas, escorpiones, pulgas, chinches, cucarachas y muchas otras bestezuelas que le harán la vida imposible. Además de aceptar también comer igual que cualquier persona del slum y soportar los calores excesivos de más de 40 grados centígrados en verano, y las inundaciones que provocaban un caos y que literalmente llenaban de mierda y animales muertos todas las calles del slum.


En el transcurso de la historia se agregan también las experiencias de otro protagonista: El doctor Max Loeb, millonario estadounidense que se siente motivado a hacer el viaje hacia Calcuta y para su sorpresa, lo reciben con la noticia de que una leprosa está a punto de dar a luz y necesita urgentemente un médico. En medio de aquella inmundicia la atiende soportando varias situaciones complicadísimas, dentro de ellas un par de ratas gigantes que caen sobre el vientre de la mujer durante la labor de parto. Este doctor aprenderá con el tiempo, a apreciar el esfuerzo de cada uno de los habitantes del slum y su sentido de solidaridad en medio de la miseria.


Este libro es una hermosa narración que ilustra la capacidad de amar al prójimo, de un grupo de verdaderos héroes nativos y extranjeros, que luchan por sus hermanos enfermos y más necesitados. Es un ejemplo de colaboración, que es lo verdaderamente importante para la sociedad. Es también una bofetada a esta era del consumismo y del supuesto "libre mercado", que no consigue más que agrandar las distancias entre ricos y pobres, alejándonos del propósito para el que venimos a este mundo.
Dominique Lapierre me ha enseñado a valorar lo que tengo, ya sea poco o sea mucho. Ahora doy gracias a Dios cada vez que como, trato de no desperdiciar nada y de aprovechar las oportunidades que tenemos en nuestra Guatemala. También me enseñó a ponerme en los zapatos de los más desfavorecidos en esta injusticia social en que vivimos. En resumen, este libro me ha hecho, en algún sentido, una mejor persona. Así que no me queda más que recomendárselos pues definitivamente vale la pena leer cada una de sus letras.





martes, 11 de diciembre de 2007

¡LOS INVITO A UN CONVIVIO!


¿Que tal muchá? ¿Ya se prepararon para la Navidad?


Y la pregunta no se refiere a si ya compramos el estreno o el de los niños, ni tampoco si ya pusimos el arbolito y nacimiento; mucho menos a si ya comenzamos con los "chupivios".


La pregunta se refiere a cómo estamos preparando nuestro corazón en esta fecha tan llena de consumismo y materialismo y que muy al contrario de lo que debe ser, se ha convertido en pretexto para beber y malgastar el dinero, mientras muchas personas indigentes en la Ciudad de Guatemala no tendrán ni siquiera comida en esta navidad.



Pensando en esto, ha surgido una interesante iniciativa de nuestros "colegas" blogueros LU! y Black Wizard para crear el Proyecto Bloguero Navideño, que transfiero textualmente para ustedes:



El "Proyecto Blogero Navideño", consiste en ayudar a los indigentes de la ciudad de Guatemala, llevandoles un gesto navideño, compartir una cena con ellos y regalarles frazadas, ropa y jugetes con el fin de que esta navidad sea una epoca agradable o que al menos logremos las sonrisas de aquellos que la sociedad tiene en el olvido.
Si alguien esta interesado en unirse a este proyecto de ayuda navideña, por favor manifiesten de que forma pueden colaborar con nosotros en el area de comentarios de este blog o bien enviando un correo a:
magianegra83@gmail.com o lulita201@hotmail.com; durante la proxima semana estaremos cordinando una reunion formal con el fin de materializar el proyecto y de hecharlo a andar, por su colaboración señores muy agradecidos.


O si algunos lo prefieren, pueden llamarme o escribirme a edduso@hotmail.com y con mucho gusto nos organizamos para participar en esta actividad, que si es un VERDADERO CONVIVIO, pues consiste en compartir con los más necesitados, tal y como nos lo enseñó Nuestro Señor Jesucristo (Que por cierto es su cumpleaños el que celebramos).


"En verdad les digo que todo lo que hagan por uno de estos que son más pequeños, por mí lo hacen"

Jesús.

viernes, 7 de diciembre de 2007

DOS CON QUINCE

5 de diciembre de 2005
Mi esposa tuvo otra hemorragia, más fuerte que las anteriores. Así que como a las siete de la noche estábamos nuevamente en la clínica de la doctora.


Dos semanas antes, nuestra hija había nacido pesando solamente dos libras con quince onzas, a las 14:15. Mi esposa había estado a punto de perder la vida en el parto, debido a un problema poco común llamado Acretismo Placentario, que consiste más o menos en que la placenta echa “raíces” que se aferran al útero y hasta en los intestinos, ocasionando en la mayoría de los casos, la muerte. Estas “raíces” son en realidad tubos llenos de sangre, por lo que durante el parto mi esposa perdió tanta sangre que casi muere. Yo estuve allí: Recuerdo una cubeta con una cantidad de sangre como yo nunca había visto en mi vida. Mi esposa estaba hinchada pues trataban de mantenerla con vida a base de sueros, de los cuales solo quedaban los envases por todos lados del quirófano. Sangre: era todo lo que veía. Mi esposa esbelta y hermosa, se había convertido en un cuerpo hinchado y casi inconsciente de aquella realidad, luchaba por su vida y lo único que hacía era preguntar con las pocas palabras que le quedaban: “¿Y mi hija? ¡¿Está bien?! ¡¿Le contaste los deditos… están completos?!


Fueron varias horas en las que no sé de donde saqué fuerzas para no solo estar allí, sino atender el teléfono y hacer llamadas conforme me lo pedían los doctores, pude también soportar ver como entraban y salían aparatos y especialistas: Cardiólogo, anestesista, infectólogo, etc. A los amigos y familiares que estaban afuera solo les preocupaban dos cosas: Que mi esposa estuviera bien, y a cuánto estaba ascendiendo la cuenta. En Guatemala si no tenés un buen seguro médico, la depresión post-parto nos puede dar a los maridos ;) La cuenta llegó a cantidades jamás imaginadas porque se necesitaron exámenes, especialistas, transfusiones de sangre, además de los dos intensivos de los siguientes días.


Del trabajo corría al sanatorio y cuando llegaba a mi casa, sentía físicamente, una sombra negra que deambulaba los alrededores. Era como un ángel de la muerte que asechaba a mi familia como ave de rapiña esperando que caiga su presa. Una noche llegué sin fuerzas y recurrí una vez más a Dios. Ese día había pedido un estado de cuenta parcial y era tanto el dinero que no sabía de dónde iba a salir. Así que impuse las manos sobre los papeles, ignoré al ángel de la muerte y confié. Es lo bueno de estos momentos del extremo, en que ya no te sirve nada más que confiar.


Mi esposa salió del intensivo muy delicada y como no teníamos opción, tomamos la terrible decisión de sacar a nuestra hijita aún con dos libras y quince onzas del sanatorio. El pediatra hizo hasta lo imposible por pasarla al IGSS (Seguro Social), pero estaba ocupado, así que nos consiguió una incubadora en el Roosevelt (Hospital público). Cuando llegamos allí, tuvimos que entrar por la emergencia para dar datos. Aquello parecía un burdel: Un “médico” (si se le puede llamar así) practicante estaba haciendo comentarios racistas contra una pobre mujer indígena embarazada porque tenía dolores y apenas tendría su quinto mes de embarazo, pedía ser ingresada por temor de perder a su hijo, pero fue rechazada y le dijeron que regresara hasta el noveno mes. El séquito de “enfermeras” le reían las gracias y comentaban también: “¡No Pirir! Mirate a esta pues, que la ingresemos dice y le falta bastante y hasta su sabana traía jajaja”. La señora enrolló su sábana vieja y rota, dio la vuelta avergonzada y se fue. Recuerdo ahora lo del evangelio de san Marcos que dice: “Si en algún lugar no los escuchan y no los reciben, sacudan el polvo de sus pies, como protesta contra ellos”.


A mi hija la sacaron de la incubadora de la ambulancia y la colocaron en una camita descubierta de la emergencia. De pronto se aparece otra practicante con ínfulas de experta, que se estaba comiendo un Tortrix (bolsita de snacks). Cuando hablaba escupía partículas sobre mi hijita y con la mano libre la tocaba toda y decía estupideces como: “Lo que tiene su hija es pulmonía”, “lo que pasa es que su señora no se alimentó bien en el embarazo”, “ustedes seguro se equivocaron en la cuenta, pues esta niña es de tiempo completo, no es prematura”, etc.


Cuando pedimos que por favor la pusieran en incubadora, una enfermera de aspecto desagradable, fue clara en su sentencia y puso las cartas sobre la mesa diciendo: “Ustedes aquí están en un hospital público y no en el sanatorio. En el sanatorio de donde vienen están acostumbrados a la CALIDÁ, aquí estamos acostumbrados a la CANTIDÁ”.


En ese momento mi esposa convaleciente, mi familia y yo no teníamos más opción que soportar aquellas cosas porque temimos que si decíamos algo, se desquitaran con nuestra hijita que se quedaría en aquellas manos. ¿Qué otra cosa podíamos pensar de gente que era indiferente al dolor ajeno?


Tuvimos que resignarnos y cuando estábamos en el carro, Dios me permitió sentir confianza y le dije a mi familia: “No nos queda más que confiar en Dios, al final Dios es tan Dios en el sanatorio, como lo es en este lugar” y Dios fue Dios. Mi hija fue trasladada al intensivo y comprobamos lo que el pediatra nos decía, pues es un excelente intensivo con un personal bien calificado, desde los especialistas hasta los conserjes, pasando por enfermeras y personal administrativo.


Pero el 5 de diciembre, en la víspera de mi cumpleaños, la doctora nos dijo que la hemorragia casi estaba controlada, pero que mi esposa debía ser operada en ese momento pues debían quitarle lo antes posible el útero y temía que si se desangraba en la casa, no diera ni siquiera tiempo de llegar a un hospital. Nos aclaró las cosas diciendo que debido a la pérdida de sangre de hacía quince días, estaba tan débil que no existía ninguna garantía de que saliera de aquella operación. Nos sentimos destruidos. Mi esposa pidió un momento para pensarlo y se dirigió lentamente hacia el baño, dando pequeños pasitos conforme sus pocas fuerzas se lo permitían. Sintió en ese momento lo que sintió Nuestro Señor Jesucristo en la cruz: “Padre, ¡¿Por qué me has abandonado!?” podía haber estado el mundo entero con nosotros en aquella clínica, que mi esposa se hubiese sentido sola. Unos minutos después tomó una decisión, con ese carácter que solo ella podía tener: No estaba lista para morir así. Contra mi voluntad, no quiso contar nada a su familia en Costa Rica, debido a que mi suegra padece del corazón, así que escribió unas cartas despidiéndose y aclarando que me había obligado a callar. Además necesitaba reconciliarse con Dios, y sobre todo, despedirse de su hijita. Así que la apoyé y nos arriesgamos. Llegamos a la casa y oramos al buen Dios para que nos ayudara. Mi esposa clamaba: “¡Señor, no me quites la vida! ¡Piensa que no es cualquier mujer la que te lo pide, es una madre que solo quiere estar con su hijita!”


Ya fortalecidos con la oración, hablamos con toda tranquilidad del futuro sin ella, lo que quería para su hijita, lo que yo le diría de su mamá, cómo pagaríamos las deudas, tanto anteriores, como la de la nueva operación y tantas cosas más. Nos despedimos con un fuerte abrazo que nos uniría para siempre.


Al día siguiente, es decir, el 6 de diciembre de 2005, día de mi cumpleaños, la llevé al Roosevelt y casi sin poder caminar se dirigió hacia el intensivo de pediatría a despedirse de la bebita. Nada fue más doloroso que aquello.


6 de diciembre de 2007
Por la mañana cuando estoy saliendo del baño, escucho las hermosas carcajadas de mi hija, y esa vocecita diciendo: “Papi” “papi”. Entro a la habitación y la abrazo fuertemente porque es mi cumpleaños. Me dirijo a la cocina con ella en los brazos y veo a mi esposa que me recibe con un excelente desayuno especial.


Por la noche, después del trabajo, me dirijo hacia mi casa porque mi esposa y mi hija me esperan con la casa llena de globos y un cartel que ambas pintaron y que dice: “Feliz Cumpleaños Papi”, además de una cena deliciosa que consiste en una carne en salsa roja, arroz y vegetales, acompañada de un exquisito vino Concha y Toro, Cabernet Suavignon y un delicioso postre que consiste en un pastel de melocotones.


Hoy estamos celebrando la vida de los tres, pues los tres estamos muy bien, completamente bien: Nuestra hijita está completamente sana, mi esposa aunque perdió el útero, está completamente sana también, y yo aunque todavía un poco endeudado estoy excelentemente bien. Ahora vemos la vida de diferente manera y cada día juntos es motivo de alegría y de dar gracias a Dios.
Hemos empezado de nuevo: En una casa más pequeña, con un carro más viejito pero con mucha más alegría y felicidad que antes. Queremos recuperar todo el tiempo que hemos perdido a lo largo de nuestras vidas, hemos retomado nuestros estudios, seguimos luchando por nuestros sueños y estamos retomando nuestros ideales.


Escribo esto para dar Gracias a Dios, porque fue, es y seguirá siendo Dios y es bueno. También para dar gracias a tantos amigos y familiares que nos apoyaron en aquellos momentos difíciles, tanto con sus oraciones, su compañía e incluso con su apoyo económico. Quisiera mencionar nombres pero son tantos que prefiero pedirle a Dios por cada uno de ellos.


Cuando paso momentos difíciles, pienso en mi pequeña hijita de dos libras y quince onzas, luchando por aferrarse a la vida en un intensivo y eso me da fuerzas para seguir adelante. Como dice mi suegra: “Debemos comernos las verdes, para disfrutar más de las maduras”.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

LOS NUEVOS VALORES



El día viernes iba para mi trabajo de lo más tranquilo y motivado, no solo porque ya era viernes, sino porque el día estaba perfecto. Lamentablemente mi carro comenzó a fallar hasta que se quedó tirado y no hubo poder que lo hiciera arrancar.


Como pude lo empujé para no estorbar el paso de los vehículos e intenté varias veces arrancarlo sin poder hacerlo. Para ser honesto, de mecánica se lo mismo que de aeronáutica, o sea, NADA. Llamé a unos amigos que inmediatamente estaban prestos para auxiliarme, pero tampoco pudieron hacer mayor cosa. Por fin decidimos remolcar el carro hasta un taller que nos queda en frente del trabajo y mi sorpresa fue Mayúscula (Con "M" de decir "¡Mierda!") cuando el mecánico me dijo que me había tronado el motor y que la reparación saldría por lo menos en unos ¡¡Q.4,500.00!! (US$.580.64 para la mara no chapina).


Después de las cosas que me ha tocado vivir y que algún día les contaré, pocas cosas en la vida me desbalancean y este asunto no fue la excepción. Lo tomé tranquilamente, me resigné no porque me sobrara el pisto (¡bien sabe Dios que no!), sino porque al final son cosas materiales. De pronto tuve un flashazo de aquellos únicos y decidí buscar otro taller para tener una segunda opinión, pues si iba a invertir todo eso, mejor hacerlo con alguien conocido.
Apareció un patojo enclenque que me recomendaron, filiforme y de ojos avivados, nada comparado con la apariencia de experto del primer mecánico que consulté. Me decidí a confiar en él, mas por la persona que me lo refería, que por lo que pudiera ayudarle su apariencia. Para mi sorpresa, a los 4 días me lo estaba entregando reparado en excelente estado y lo más importante: Solo me cobró ¡¡Q.985.00!! (US$.127.00) es decir, una quinta parte de lo que me habían presupuestado al principio y me adjuntó las facturas de los repuestos y su cobro por mano de obra.


Escribo este post, porque esta situación me hace pensar que lamentablemente hemos perdido muchas cosas como sociedad, y de las cosas más importantes que se perdieron, podemos mencionar los Valores.


Es triste pensar que ya se acabaron aquellos tiempos en que la honestidad y la honorabilidad eran la garantía con que todos nos movíamos. Si alguien nos decía que cobraría cierta cantidad por un trabajo, confiábamos y todo estaba bien. ¡Cuántas veces habremos sido timados o estafados y no nos dimos cuenta!


Antes bastaba con dar la palabra para que la persona quedara comprometida; no era necesario firmar contratos, escrituras, pagarés, etc. mientras que ahora hay personas capaces de estafarnos ¡aún con documentos firmados!


Pareciera que los nuevos valores de la sociedad son las argucias, los engaños, el sacar ventaja de cada situación, el sentirse más inteligente por aprovecharse de otro, en resumen hacer dinero fácil a costa de los sacrificios de los demás.


Alguien me contaba que es amigo de una pareja de médicos especializados en Ginecología y Obstetricia y que un día los visitó y los encontró planificando unas vacaciones a Miami. Para poder costearse el viajecito, estaban escogiendo dentro de los archivos de sus pacientes, aquellas a las que iban a practicarles cesárea, ya sea que las necesitaran o no. Lo mismo podemos decir de Abogados, Administradores, Servidores públicos, Diputados, etc, etc, y un muy largo etc.


Lo más triste del caso, es que en varias ocasiones he escuchado a padres de familia aconsejando a sus hijos para que se aprovechen de las situaciones en que les sea posible, sin pensar en el daño que les están haciendo. Por ejemplo, si en una tienda les dan vuelto de más, les enseñan a quedarse callados, cuando lo correcto es enseñarles a que lo devuelvan, pues alguien deberá pagar ese dinero.


Creo que ya es hora de hacer todo lo que se pueda para cambiar esta "cultura de muerte" como dice la Iglesia Católica. Debemos enseñar a nuestros hijos a ser personas honorables y con palabra, pero la mejor manera de hacerlo es con el ejemplo.


Yo creo que una familia mejor es posible, es posible también una colonia, una ciudad, un país y en general, un mundo mejor, sí y solo sí, cada uno de nosotros recuperamos los valores de antaño y los ponemos de moda.
Algunos de estos valores son: Honestidad, Honorabilidad, Esfuerzo Diario, Sinceridad, Respeto, Educación, Amor a la Patria, Respeto a los Ancianos, Ayudar a los necesitados...
¿Alguien quiere seguir con esta lista, contarnos que otros valores se han perdido, o mencionar con qué le gustaría comprometerse?



Foto tomada de la Página de Ramón Castro.