Escuchar a Glenn Miller me recuerda a mis padres. Desde que tengo memoria en la casa siempre ha existido equipo de sonido, pero ahora recuerdo un aparato de finales de los años 70´s, que tenía la peculiaridad de ser muy pequeño para la época y tener un radio ¡Pero a la vez era tocadiscos! (para acetatos por supuesto), toda una maravilla de la tecnología. Era de color rojo y beige, pero no se burlen patojos, porque en esa época retro era toda una belleza, sin embargo he de reconocer que es lógico que 30 años después se perciba tan kitsch, además recuerden que mucho de lo que se diseñó para la música por aquellos años, era inspirado después de algunas dosis de LSD.
Ahora que me he vuelto temporalmente “ave de paso” regresé unos días a la casa de mis padres y recuerdo que cuando éramos niños siempre nos despertaba la música de las grandes bandas. Era normal que el primero que se levantaba, aún si era día de trabajo, encendía el equipo de sonido para ambientar la casa. Una de la reglas inquebrantables que aprendí de mi padre, es que el día de descanso uno debe levantarse temprano para sentir que realmente estuvo descansando y aunque no parezca, funciona y es mucho mejor si se escucha música como la de Miller o la hermosa bossa nova de Antonio Carlos Jobim, quien se inmortalizó con la célebre “Garota de Ipanema”.
Por las noches cambiaba un poco la tonada. En lugar de escuchar esa música de las mañanas, le tocaba el turno a los boleros. Recuerdo ahora a mi padre sentado fumando mientras contaba historias de sus años de juventud, mientras mi madre colocaba la mesa, pero estas historias a menudo eran interrumpidas porque sonaba alguna parte de un bolero que queríamos oír para “meditar” la letra o bien para cantarla. Creo que los boleros son la única música mexicana que de verdad me gusta, pues no le encuentro gracia ni a las rancheras, ni mucho menos al Tex-Mex o al “pasito duranguense”.
Ahora descubrí que mis padres todavía encienden el radio todos los días antes de irse al trabajo, pero la mayoría de las veces ya no es para oír música, sino para escuchar noticias para saber a qué atenerse con la violencia durante el día. Cuando se está en guerra, se deben tomar este tipo de precauciones.
Ahora que me he vuelto temporalmente “ave de paso” regresé unos días a la casa de mis padres y recuerdo que cuando éramos niños siempre nos despertaba la música de las grandes bandas. Era normal que el primero que se levantaba, aún si era día de trabajo, encendía el equipo de sonido para ambientar la casa. Una de la reglas inquebrantables que aprendí de mi padre, es que el día de descanso uno debe levantarse temprano para sentir que realmente estuvo descansando y aunque no parezca, funciona y es mucho mejor si se escucha música como la de Miller o la hermosa bossa nova de Antonio Carlos Jobim, quien se inmortalizó con la célebre “Garota de Ipanema”.
Por las noches cambiaba un poco la tonada. En lugar de escuchar esa música de las mañanas, le tocaba el turno a los boleros. Recuerdo ahora a mi padre sentado fumando mientras contaba historias de sus años de juventud, mientras mi madre colocaba la mesa, pero estas historias a menudo eran interrumpidas porque sonaba alguna parte de un bolero que queríamos oír para “meditar” la letra o bien para cantarla. Creo que los boleros son la única música mexicana que de verdad me gusta, pues no le encuentro gracia ni a las rancheras, ni mucho menos al Tex-Mex o al “pasito duranguense”.
Ahora descubrí que mis padres todavía encienden el radio todos los días antes de irse al trabajo, pero la mayoría de las veces ya no es para oír música, sino para escuchar noticias para saber a qué atenerse con la violencia durante el día. Cuando se está en guerra, se deben tomar este tipo de precauciones.
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