Dentro de los cuentos que he leído de autores guatemaltecos, uno de los que más me ha gustado se llama "Carta al Qüishpe" de Carlos Mencos-Deka, dramaturgo, actor, narrador y poeta que nació el 6 de noviembre de1,924 y falleció en 1,983. Se encuentra en la recopilación llamada "De Francisco a Francisco..." .
En este relato, el autor nos hace compenetrarnos con alguien solitario y nostálgico que escribe una carta dirigida "A su chucho el Qüishpe, que está en el paraíso".
Es una enternecedora carta en la que se expresa la nostalgia del que ha perdido a su única compañía: Un perro que un día recogió de la calle: "Andabas escondiéndote, por donde está el cafetalito, ¡'Ah chucho miedoso! temblabas con la cola entre las patas. No. Vos no eras miedoso, eras desconfiado, que no es lo mismo".
En un arrebato de nostalgia, nos describe su soledad: "Estoy oyendo el silencio -es domingo- y el silencio, es como un lago sin orillas, un lago, no un mar, porque el mar no se contiene, rueda, se revuelve, grita ronco; y el silencio de hoy, aquí, domingo, está echado sobre las cosas, y dormido, y abajo de su sueño se distingue un poco del juego del agua, a saber dónde, y un poco de aire, que remueve los árboles y despenica las flores, que se han envejecido, encanecido, en las ramas."
Además se consuela imaginando lo feliz que debe estar ahora su perro: "Seguro que Dios Padre tiene un anillo en el meñique y seguro que vos, te calentás con el calor sabroso que dan sus fulgores. Y te dormís y luego bostezas y te volvés a dormir, echado a la sombra de la confianza que, a Dios, se le cae del pelo como si fuera caspa de oro".
Uno de los temas formidables de este cuento, expresa la añoranza por los momentos vividos juntos, pero que ahora solo sirven para imaginar que el "Qüishpe" está mejor que antes: "Te veo cuando jugás con tu doble, reflejado en los charcos de agua nítida, que se empoza entre los pastos del edén. Parvadas de ángeles tiernecitos, como puntas de enredadera, huirán corriendo, bromeando, con tu ladrido hecho de chispas agudas. Y ya no soy yo el que te llama, sino el mismo Señor Padre, y te manosea el hociquito y palmota tu lomo enteco. Y ya no soy yo, sino El, quien te da tu cazo de leche tibia con sopas de pan dulce".
Si algo me ha impactado de este relato, es que nos hace reflexionar y comprender que mucha gente solitaria logra encontrar en un simple chucho callejero, todo el amor y la comprensión, la paciencia y la solidaridad, que muchas veces no logra encontrar en los humanos. Para mi es un deleite, no solo por la calidad narrativa del autor, sino porque consigue como pocos, hacernos sentir lo importante que era el Qüishpe para su antiguo dueño:
"Mirá Qüishpe, vos no llegaste a enterarte bien de por qué nosotros los hombres, la gente, andamos tristes. Esos asuntos del cuerpo, del alma, de los otros, de los muertos, de los idos, de los olvidados, de los que nos olvidaron, no podían caber en tu estrecha cabecita de rancho, de puro "chucho d´indio" que vos eras y como se dice. No. No llegaste a enterarte y por lo tanto, tampoco llegaste a saber lo que podía significar un chucho como vos, en una vida como la mía".
Este post, además de intentar motivar al lector para que aprecie la literatura nacional, también va dedicado a todos aquellos que alguna vez han sufrido por la pérdida de una mascota, que más que eso, llegó a ser un compañero, un amigo, especialmente durante la infancia. En este momento estoy recordando la ilusión que experimenté de niño cuando tuve mi primer perro que se llamó "Yankie", recuerdo cuando fuimos a traerlo a la casa de la tía que nos lo regaló a mis hermanos y a mí. Lo único que quería era llevarmelo de una vez, pero había que pasar por la cortesía de quedarse toda la tarde; así que no me podía contener y salía cada rato a verlo al patio mientras comía, hasta que por fin pudimos llevarlo a nuestra casa. Algunos años después falleció y debo confesar que lo extrañé tanto, como se extraña al Qüishpe en este cuento.
Los dejo con el párrafo en el que el ex-dueño del Qüishpe ya no puede más con la nostalgia y derrama algunas lágrimas por su amigo:
"Ah Qüishpe, ¡Qué joder! hasta se me han saltado las lágrimas, mientras te voy contando los pensamientos, y todo tan ridículo, se sueltan las lágrimas y me caen sobre el pantalón, formando manchas, redondelitos negros, por tu culpa Qüishpe, porque ¡a ver! ¡decime! ¿por qué te tenías que morir?
Chucho: En Guatemala se le llama así a los perros.
Foto Personal: Mi antigua perrita "Harumi"